Fuente: Materiabiz
Fecha: 13 de Agosto de 2007
Romances de oficina, amiguismos y contrataciones de familiares pueden originar favoritismos nefastos y conflictos de intereses. Así, muchas empresas establecen políticas al respecto. ¿Qué tan éticas y efectivas resultan las regulaciones?
Recientemente, Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial renunció en medio de acusaciones por ascender arbitrariamente a su amante. Un par de años atrás, una situación similar había afectado a Harry Stonecipher, número uno de Boeing.
Estos dos casos llegaron a la luz pública debido a las encumbradísimas posiciones de sus protagonistas. No obstante, desde una perspectiva más amplia, sólo son la manifestación de un fenómeno de larga data en la vida corporativa: los favoritismos surgidos de vínculos personales entre empleados.
Por un lado, casi todo jefe tiene algún colaborador de confianza al que brinda un trato especial. Sin embargo, los problemas surgen cuando el favorito no parece poseer cualidades superiores a las del resto de la tropa sino que la preferencia, en lugar de basarse en la idoneidad, se sustenta sobre algún vínculo personal como el amor o la sangre.
En estos casos, el resto de los colaboradores sienten que reciben menores salarios, beneficios u oportunidades de carrera que los que merecerían en función de su rendimiento.
De esta forma, la inevitable envidia suele desencadenar conductas indeseables. Los "empleados favoritos" se convierten en el blanco de rumores y mobbing que destruyen la cohesión y rendimiento de los grupos de trabajo. Algunos estudios señalan que la percepción de injusticia hasta puede crear incentivos para que los empleados roben patrimonio de la empresa.
Ahora bien, estos efectos negativos han impulsado tradicionalmente a muchas compañías a implementar reglas explícitas para regular las relaciones entre sus empleados. Un artículo de Wharton Business School nos ofrece un buen panorama del asunto.
En primer lugar, ¿es correcto contratar a un familiar?
Según el profesor Peter Capelli, algunos años atrás, el nepotismo era prohibido en la mayoría de las organizaciones por considerárselo poco profesional. Imaginemos, por ejemplo, a un CEO contratando a un primo desempleado de pocas luces en lugar de un trabajador mejor capacitado para el puesto.
Desde luego, estas preocupaciones siguen presentes. No obstante, señala Capelli, las dificultades de captación de talento han relajado las reglas anti nepotismo de muchas organizaciones. Algunas empresas ya autorizan la contratación de familiares (aunque, en general, sigue prohibido que se desempeñen en una relación directa de supervisor-supervisado).
¿Qué ocurre con los romances de oficina?
Las relaciones amorosas entre colegas son un efecto inevitable de la creciente penetración de las mujeres en el mercado laboral. Dado que hombres y mujeres comparten muchas horas de oficina, ¿cómo sorprenderse de que se enciendan las chispas del amor?
Sin embargo, el problema radica en que los romances pueden ser el punto de partida para favoritismos y conflictos de intereses (como ocurrió con Wolfowitz y Stonecipher).
No obstante, señala el profesor Dunfee, estas relaciones no son tan sencillas de eliminar. Prohibirlas equivale, para una organización, a perder buena parte de su talento. De esta forma, la mayoría de las empresas actualmente aceptan los romances entre colegas siempre y cuando no se produzcan entre supervisor y supervisado.
Según Dunfee, el problema no es la relación en sí sino los conflictos de intereses que puedan surgir de ella. En otras palabras, los romances entre colegas no tienen nada de malo. Lo malo surge cuando estos romances originan conductas inapropiadas.
Por eso, muchas empresas exigen a sus empleados que informen acerca de cualquier situación que pudiera originar controversias. Incluso, si usted tiene pensado irse de vacaciones con algún compañero de trabajo, debería informarlo al departamento de recursos humanos para que evalúe en qué medida esto puede representar un conflicto de intereses.
De esta forma, la compañía podría desarrollar un esquema donde figuren las relaciones entre sus empleados y utilizarlo para decidir, en los casos en que lo juzgue oportuno, un traslado hacia otro departamento (o hasta la expulsión).
Aunque, por supuesto, esto termina echando leña al fuego del debate sobre los límites entre la vida privada y profesional. ¿Es legítimo que la compañía se inmiscuya en las relaciones personales entre sus empleados? Mientras no se registren conflictos de intereses, ¿es correcto que exija información privada? ¿Usted qué piensa?
De la redacción de MATERIABIZredaccion@materiabiz.com
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