Fuente: Infobae profesional
Link: http://www.infobaeprofesional.com/notas/53257-Cuales-son-los-diez-pecados-capitales-del-jefe.html
Fecha: 12 de Septiembre de 2007
Link: http://www.infobaeprofesional.com/notas/53257-Cuales-son-los-diez-pecados-capitales-del-jefe.html
Fecha: 12 de Septiembre de 2007
Toda organización precisa una compleja cadena jerárquica para funcionar. La calidad de los jefes determinará su eficacia. Pero ellos también se equivocan
En su nuevo libro, "Los diez pecados capitales del jefe", el autor español Leo Farache, da cuenta de los principales errores en los que incurren con frecuencia quienes ocupan posiciones directivas. A continuación, un resumen extraído del periódico Cinco Días.
El primero de todos, que el jefe no ejerza como tal. Es decir que no mande, o que, por el contrario, mande demasiado. Por el conocido principio de Peter de que todos ascienden hasta alcanzar el propio máximo nivel de incompetencia, muchos de los que fueron eficaces compañeros degeneran al alcanzar puestos de mayor responsabilidad para convertirse en malos jefes.
Para mandar, hay que saber delegar. La esencia del mando radica en la delegación de funciones y tareas a un tercero, al que debe proporcionarle las herramientas adecuadas y al que controla y evalúa.
Cuando un jefe no manda, la indecisión comienza a rodar hacia abajo para convertirse en una gran bola de nieve con mezcla de incertidumbre, tedio y desmotivación.
El segundo pecado capital lo cometen los jefes que mandan, pero no lideran. Toman decisiones, pero son incapaces de convertirlas en algo que los demás compartan.
Existen jefes muy pecadores que parecen empeñados en distanciarse de sus subordinados, lo que hace imposible su liderazgo.
Una de las características del líder es su capacidad para crear un equipo. Consigue que el conjunto esté por encima de la suma de las individualidades.
El tercero: el jefe es muy prepotente, lo que suele coincidir con que no es muy educado, no es muy humano, o no es muy honrado.
El cuarto pecado capital lo cometen aquellos jefes que oyen, pero no escuchan. Escuchar lo que no se quiere oír es incómodo, difícil, pero necesario.
El buen jefe que sabe escuchar obtiene valiosa información que le hace cuestionarse decisiones y formas de funcionamiento: tendrá más probabilidades de acierto. No escuchar mata. La empresa que no escucha a sus trabajadores, proveedores y clientes, muere.
Quinto pecado: el jefe pierde su propio control. Grave. Ya escribió Albert Einstein que dar ejemplo no es la principal manera de influir en los demás: es la única manera.
Aquellos jefes que anteponen los resultados concretos a hacer las cosas bien, cometen el sexto de los pecados capitales.
Transmitir que uno quiere hacer las cosas bien, tiene mucho más fundamento que definir el objetivo en una cifra nominal e imponérselo a los demás. En la carrera por la calidad no existe línea de meta, lo que recuerda Kearns.
Séptimo pecado capital: el jefe no despide a los empleados o directivos perjudiciales.
El jefe que no piensa antes que nada en los clientes es culpable del octavo pecado capital. Aunque todas las empresas dicen orientarse al cliente, el jefe es, en muchas ocasiones, el principal entorpecedor de este noble propósito.
Noveno pecado capital: el jefe tiene miedo, o el jefe divide… y pierde. El miedo paraliza a las personas y organizaciones. Y, lo que es aún más grave, el miedo a los posibles competidores internos obsesionan a los malos jefes, más pendientes de sobrevivir que de la eficacia de su gestión.
El décimo de los pecados: el jefe es injusto. Justicia es el deber de dar a cada cual lo suyo, tarea nada fácil en el seno de una empresa.
Transmitir que uno quiere hacer las cosas bien, tiene mucho más fundamento que definir el objetivo en una cifra nominal e imponérselo a los demás. En la carrera por la calidad no existe línea de meta, lo que recuerda Kearns.
Séptimo pecado capital: el jefe no despide a los empleados o directivos perjudiciales.
El jefe que no piensa antes que nada en los clientes es culpable del octavo pecado capital. Aunque todas las empresas dicen orientarse al cliente, el jefe es, en muchas ocasiones, el principal entorpecedor de este noble propósito.
Noveno pecado capital: el jefe tiene miedo, o el jefe divide… y pierde. El miedo paraliza a las personas y organizaciones. Y, lo que es aún más grave, el miedo a los posibles competidores internos obsesionan a los malos jefes, más pendientes de sobrevivir que de la eficacia de su gestión.
El décimo de los pecados: el jefe es injusto. Justicia es el deber de dar a cada cual lo suyo, tarea nada fácil en el seno de una empresa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario